Educación y Cultura

Mi vecina escribe...'Ella, siempre ella' por Raquel Ruiz Carmona

10 de Marzo de 2022. 12:54 - Raquel Ruiz Carmona
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La sección 'Mi vecina escribe' llega esta semana con el relato 'Ella, siempre ella' de Raquel Ruiz Carmona. Vecina de Majadahonda desde 2003 y una apasionada de los libros, no solo disfruta con sus lecturas sin que también se relaja inventando y escribiendo historias para aquellos que quieran evadirse un rato de su realidad. 

 

ELLA, SIEMPRE ELLA

Era ella. Daniel siempre lo supo. Desde que la vio por primera vez en clase, en la facultad de Ingeniería Informática, supo que era la mujer de su vida. Suena melodramático y cualquiera que lo oiga hablar así le diría que es patético. Por eso prefiere no comentárselo a nadie, tampoco sabría como explicar que su vida depende de ella, que todo gira en torno a ella, que sin ella nada tiene sentido. 

Son diez años en los que ha ido siguiendo sus pasos. Eligió las mismas asignaturas, coincidió por una sospechosa casualidad en las prácticas, solicitó una beca en el departamento universitario en el que ella investigaba y, finalmente, fueron seleccionados por la misma empresa en su primer empleo. Ella, siempre ella. Sin duda alguna, quien escuchase esta historia lo tacharía de acosador, de loco, de fanático. Pero él solo se consideraba un enamorado; un enamorado no correspondido, por supuesto.

Imposible acceder a ella. Él, el chico debilucho, desgarbado, apocado, con gafas y lleno de granos. Ella, la joven inteligente, elegante, extrovertida y sexy. Ambos, los primeros de la promoción, siempre compitiendo por las matrículas y los premios. Por eso, al terminar la carrera, nadie se sorprendió de que una de las mejores empresas de software del país los fichará a los dos para su área de innovación, y Daniel no paró hasta conseguir el mismo turno que ella. Turno de tarde, no le importó, aunque en ese horario hubiera muy poca gente. Prácticamente estaban solos en la planta del edificio; mejor. 

Todo estaba bien hasta que empezó a aparecer por la oficina “El Memo”, dícese del individuo gracioso, atractivo y creído por antonomasia. Insufrible, vamos. Pero ella no lo veía así. Ella le sonreía, su cara se iluminaba cuando él entraba en la oficina y comenzaba a decir cosas sin sentido, a reír sin motivo. El Memo era comercial y se notaba. No tenía por qué estar en el departamento de desarrollo de proyectos, ni siquiera necesitaba hablar para nada con los ingenieros, pero ahí estaba. Todo dientes blancos y pelo engominado, voz profunda y chiste fácil. El mejor traje, los zapatos más relucientes, y la conversación más superficial que se podía escuchar. Y ella no le quitaba sus preciosos ojos verdes de encima. 

Daniel no lo soportaba, no era de extrañar. El Memo era su antítesis, su anverso, su yin o su yang, daba igual. No lo soportaba. Por eso, cada tarde en la que El Memo entraba en la oficina, él huía al baño. No quería verlos juntos. Oírlos hablar le entristecía.  Una vez en el servicio, se quitaba las gafas y se mojaba la cara con agua fría. Así no se veían sus lágrimas de impotencia, de soledad.

 Ese día se contemplaba en el espejo del baño con la cara empapada, más dolido que nunca por la risa transparente que le llegaba desde lejos, cuando recibió una notificación en el móvil. Era un escueto mensaje de WhatsApp de El Memo. 

—No vengas.

¡Esto ya era demasiado! El Memo no solo disfrutaba del campo libre que le dejaba de forma voluntaria, sino que ahora se lo exigía. Un nuevo mensaje entró en el chat. Una imagen. ¡Pero bueno! ¿Qué se había creído? ¿También le iba a mandar una prueba gráfica de su descarado flirteo? Daniel no entendía bien la foto que aparecía en su pantalla del móvil hasta que se dio cuenta que no tenía las gafas puestas y se apresuró a colocárselas para enfocar bien la imagen. No era una foto de un beso, ni de un postureo amoroso. Era una panorámica de la oficina y al fondo se veían dos figuras negras, encapuchadas y con un arma cada una. ¿Dos atracadores? ¿Estaban asaltando la oficina? Tuvo que agrandar la imagen para confirmarlo. Se quedó paralizado.

De pronto se percató del silencio que había en la planta. Un silencio pesado que no presagiaba nada bueno. Lo primero que pensó fue en encerrarse en el baño, pero no podía apartar los ojos de la foto enviada. Allí estaban su espalda y su pelo, su precioso pelo cobrizo en una esquina de la imagen intentando esconderse de este desatino, pero en primera línea. Un grito desgarrador lo sacó de su estupor. Tenía que ir, era ella la que gritaba, era su voz distorsionada la que chillaba con fuerza y desgarro: 

—¡No! ¡Suéltame!

¡No podía esconderse, no podía huir, no podía dejarla! Con paso decidido se dirigió hacía la escalera. Tenía un plan, subiría al piso de arriba y bajaría de nuevo, pero por la escalera de incendios. Así llegaría a la parte de atrás de la oficina donde se encontraba ella. Y entonces, entonces… improvisaría, entraría gritando o les distraería golpeando la puerta. Algo haría el Memo en ese momento, ¿no? No, mejor no confiar en él. Había que ir a lo seguro, crear confusión. Eso es. No tenía tiempo que perder. 

En menos de un minuto, Daniel hizo saltar la alarma de incendios, pulsó el botón de los aspersores y entró en la oficina con el extintor manual de la escalera activado. ¡De algo tenía que servir el dichoso curso de emergencias que nadie quería realizar en la empresa! En un momento, todo quedó cubierto de agua y polvo blanco, y los asaltantes huyeron maldiciendo su mala suerte. Ella, llorando y medio desnuda se echó en brazos de Daniel. Él se quitó rápido la chaqueta y la dejó caer sobre sus hombros. El Memo no sabía qué hacer y solo se le ocurrió insultar a Daniel porque le había destrozado el traje de trescientos euros. Daniel lo miró fijamente, subió el extintor que todavía tenía en la mano, y volvió a presionar la manilla dirigiendo esta vez el polvo blanco directamente hacia El Memo, que quedó como un muñeco de nieve.

—¡No vengas más, memo! —exclamó Daniel pletórico.

Raquel Ruiz Carmona

 

Mi vecin@ escribe

Cada dos semanas la sección #MiVecinoEscribe publica el mejor relato de entre todos los escritos por los alumnos del Taller de escritura creativa impartido por la escritora, referente del género negro en España, Mónica Rouanet. Puedes leer todos los retalos publicados hasta la fecha aquí.

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