Educación y Cultura

Mi vecino escribe...'Desconectadas' por Carlos Picazo

2 de Junio de 2022. 11:04 - Carlos Picazo
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Carlos Picazo es el autor de 'Desconectadas', el relato semanal de la sección 'Mi vecin@escribe'. Vecino de Villanueva del Pardillo desde 2021, combina la informática con su participación en clubs de lectura y escritura. Como aficionado a la escritura tiene publicados dos relatos: 'Impune', que se puede encontrar en la web especializada en terror DentroDelMonolito, y 'IX',  descatalogado pero disponible en versión narrada y en la biblioteca Luis Parra. Además, su relato 'Hormigrañas' ha sido seleccionado para el segundo volumen de T.Errores, pendiente de publicación en 2022.

 

DESCONECTADAS

Mamá está encerrada, prisionera en el salón. No ha hecho nada para merecerlo, solo ir a trabajar, supongo. Los demás tenemos para nosotros el resto de la casa, pero también estamos encerrados, como todo el mundo. Tener perro es como tener el tercer grado, así que nos lo turnamos para poder salir a la calle a tomar el aire. Resulta deprimente. Aunque salga estoy sola y en el paseo solo me cruzo con otros que llevan al chucho con paso lento y aburrido. Es como la ciudad fantasma de un apocalipsis zombi. 

Papá no es bueno cocinando y va a terminar consiguiendo que no me gusten los macarrones con tomate. Pero no todo es malo. Menos a la hora de comer, el resto del tiempo agradezco que mamá esté aislada. Desde lo de la abuela está insoportable y con papá las broncas son menos broncas. La movida es que el día antes de que ella diera positivo tuvimos una gorda y ahora es un alivio no tener que ver su cara de desaprobación constante.

Me castigó sin móvil y lo tiene secuestrado en el salón. Sin embargo, gracias a que ahora no me controla, puedo utilizar el ordenador para chatear con mis panas, ver el Insta, YouTube, Twitter y lo que me dé la gana. Deben de pensar que estoy estudiando más que nunca, siempre metida en el despacho.

Sin verlo venir, Papá entra y me tiende su móvil. Lo cojo; es mamá. Ha descubierto, imagino que por las notificaciones de mi móvil, que estoy toreándola con el castigo. Esta vez me siento más on fire de lo habitual. No me encuentro al alcance de su zapatilla voladora y me vengo arriba. Estoy tan quemada por toda la situación que le doy cuatro voces y termino colgando yo. Nunca me había atrevido a hacer algo así, versión digital de un portazo.

Para mi sorpresa, no vuelve a llamar. Seguro que está rumiando todas las cosas horribles que le acabo de decir. Total, para cuando pueda salir de ahí se le habrá pasado. Me voy a la cocina a por patatas, le devuelvo el teléfono a mi padre y regreso al ordenador ignorando sus reproches.

Mientras me desahogo contándole toda la trama al crush, me llega la fría y silenciosa venganza de mamá: el icono maldito de que no hay WiFi. Instintivamente me llevo la mano al pantalón para buscar el refugio de los datos móviles. El bolsillo vacío desata mi ira y voy a gritarle a la puerta. En el salón tiene secuestrado el router y lo ha desconectado. Ella no dice ni una palabra y es mi padre quien interviene. Con un gruñido de rabia contenida me encierro en mi cuarto asegurándome de que pueda escuchar el portazo desde su celda.

Las horas son eternas. Tengo ansiedad, no encuentro ningún lugar en el que me sienta cómoda y hasta siento a veces en mi muslo vibraciones fantasma de un móvil que no tengo. Poco a poco la frustración me va volviendo loca y deambulo por la casa como un mono en una jaula. 

Me paso un día entero ‘comiendo techo’, aburrida y nerviosa. Ni mi padre ni mi hermana me dejan sus móviles. Al final es él quien me dice que mamá ya me ha sacado de la Edad de Piedra y que vuelve a haber internet en el ordenador. Descubro que tengo un email suyo. Lo abro esperando encontrarme un tocho en el que me da la chapa otra vez. Todo lo contrario; se disculpa.

«Hola, hija. Lamento haber estado así. Estoy llevando muy mal lo de la abuela y lo he pagado contigo. Esta vez no te he dejado sin internet para castigarte. Lo he hecho porque necesito que me entiendas. He sido egoísta, no soy perfecta. Para ti el confinamiento no está siendo tan horrible como lo vivo yo. Tú te relacionas con tus amigos igual que lo has hecho siempre; con tus chats y eso. Es a lo que estás acostumbrada y no necesitas mucho más (o eso crees). Ya antes de todo esto lo único que hacías era pasarte las horas tirada en la cama con el móvil. Ver a la gente para ti es algo accesorio.

Yo soy de otra generación y a mí eso no me vale de mucho. Necesito estar con los demás en persona, sin pantallas, tocarlos, escuchar su voz y ver los matices de sus expresiones. De otra forma no me sirve, me siento incómoda y rara. Aislada estoy tan sola y deprimida como tú sin internet. Sé que no le das importancia, pero lo de la abuela ha sido espantoso para mí. No haber podido despedirme de ella en persona, cogiendo su mano y sintiendo su piel, me está comiendo por dentro. Nuestros ojos no volverán a mirarse nunca más y viviré imaginando una despedida que no tuvimos y que siempre había dado por segura. Solo tuve una llamada de teléfono que me reconforta más bien poco. Me duele no haber podido estar ahí con ella.

Quizá algún día te canses de tanto aparatito y sepas de lo que hablo y busques y necesites también contacto con las personas, en vivo. Estás conectada al mundo, pero desconectada de los que estamos a tu alrededor. Desconectada de lo que es la vida real. Me gustaría pensar que algún día querrás expresarme tu afecto a mi manera, sin que te dé grima (cringe, para que me entiendas).

Estoy aislada, igual que lo estuvo ella, y estoy enferma, igual que ella. Y tengo miedo, y ahora sé que es el mismo que tuvo ella. Creemos que las cosas malas siempre pasarán otro día y que todavía no es tarde. Yo lo pensaba y me arrepiento de muchas cosas que no hice y que no dije. Todo es para siempre hasta que deja de serlo. Por eso me gustaría que cambiásemos las cosas entre tú y yo. Te quiero.»

Reflexiono un rato sobre lo que me ha dicho. Le quiero responder, pero no sé qué decir. Enviarle un email de respuesta no me serviría de nada. Me arrepiento mucho de todas las barbaridades que le he dicho y de cómo la he tratado. Creo que ahora la entiendo un poco mejor. Ya no echo de menos internet, solo quiero poder abrir esa puerta y que ella esté bien. Solo quiero abrazarla, y no puedo. Y por primera vez soy consciente de que existe una posibilidad de que nunca vaya a poder.

Carlos Picazo

 

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