Política
Tras los resultados un primer análisis
29 de Mayo de 2007. 18:43
- Nota de Prensa AES Boadilla
Anotemos, como punto de partida, que este análisis está condicionado por la premura del tiempo que impide un análisis detenido de los datos, lo que obliga a prescindir de las matizaciones necesarias. Como viene siendo habitual, para los seguidores de cada uno de los grandes partidos, PP y PSOE, la jornada se ha saldado con un triunfo. Es cuestión de leer los datos de una forma u otra; de resaltar unos y reducir otros.
Anotemos, como punto de partida, que este análisis está condicionado por la premura del tiempo que impide un análisis detenido de los datos, lo que obliga a prescindir de las matizaciones necesarias. Como viene siendo habitual, para los seguidores de cada uno de los grandes partidos, PP y PSOE, la jornada se ha saldado con un triunfo. Es cuestión de leer los datos de una forma u otra; de resaltar unos y reducir otros.
Las elecciones municipales y autonómicas no son unas primarias, pese a que ambos partidos, PP y PSOE con sus máximos dirigentes al frente, las hayan afrontado así. Mensaje que ha calado en una parte del electorado. Por otra parte, sería inexacto no admitir que los resultados marcan tendencias muy claras que tienen, en muchos lugares, una correlación casi exacta en las elecciones generales. La lectura apresurada de los datos obliga a detenernos en tres puntos: primero, el incremento de la abstención en toda España; segundo, la continuidad del denominado empate técnico entre el PP y el PSOE manteniéndose la constante desde las elecciones de 1999, aunque en esta ocasión beneficia a los populares; tercero, el progresivo avance del bipartidismo creciendo a costa de las demás formaciones (prácticamente dos puntos). Deben quedar sólo como breves apuntes, porque las incógnitas no se despejarán hasta los próximos días, dos hechos que son importantes: primero, cuál será el destino de ayuntamientos o de alguna comunidad que quedan a la espera de posibles coaliciones (unas catorce capitales de provincia, algunas ciudades importantes y dos comunidades); segundo, la variable que ha supuesto, favoreciendo de forma trascendente los resultados generales del PP, lo que ha sucedido en Madrid (donde, finalmente, no ha habido voto de castigo a Gallardón desde una derecha que prefiere las siglas a las ideas).
El gobierno tardó mucho, en la noche electoral, en dar los datos de participación. Unos datos muy bajos. Sólo un 64% de los ciudadanos acudió a las urnas; lo que resulta muy significativo teniendo presente el referente de las generales. Si miramos hacia las consultas más recientes, referéndum sobre la Constitución Europea, referéndum sobre reformas autonómicas, no debiera sorprender mucho esta caída de la participación. Si se compara con los datos de las últimas municipales el descenso es menos pronunciado, un tres por ciento. ¿Cuál es la lectura de estos datos? Resulta muy difícil calibrar quiénes son los que se abstienen. Según los expertos electorales la abstención suele ser más amplia entre los posibles votantes de la izquierda, de ahí los esfuerzos del PSOE por movilizar a su electorado. Lo que es también evidente es que se va extendiendo la sensación de que existe un importante desencanto entre la ciudadanía, un rechazo, como sucede en muchos puntos de Europa, a la clase política por considerarla distante y alejada de sus problemas. En ello influye también el rechazo que produce el bipartidismo obligado al que muchos electores se ven sometidos, inclinándose, como opción, por la abstención. El ciudadano que acaba viendo la política como un todo cerrado a dos opciones termina cansándose de un bipartidismo tan falso como impuesto. Bipartidismo que, además, perjudica mucho más a la derecha que a la izquierda.
Las elecciones han venido a confirmar, sorprendentemente, la estabilidad de un electorado que se mantienen en el ya famoso empate técnico. Sin tener los datos exactos parece que la diferencia de votos totales a favor del PP podría ser de unos 160.000; una diferencia levemente superior a la que se produjo en el 2003 a favor del PSOE. Esos datos son los que han permitido a Mariano Rajoy anunciar que el PP es el partido más votado de España. Sin embargo, una cosa son los anuncios en el balcón del Génova 13 y otro el análisis realista. La lectura real de estas elecciones es que ZP o el PSOE no las han perdido. La diferencia de votos no permite pensar en que exista un voto de castigo y de desgaste al PSOE, que, además, ha mejorado resultados en muchos puntos de la geografía. Esto quizás sea lo más sorprendente, porque significa que el PSOE no pierde apoyos; que, incluso, una parte del voto de la abstención provenga de socialistas desencantados. ZP, pese a la negociación, pese a la cesión con el terrorismo, pese a la voladura controlada que ha puesto en marcha de la nación, consigue mantener sus resultados. La pregunta que muchos se hacen es: ¿qué hubiera sucedido si en Madrid los candidatos socialistas hubieran tenido más peso? ¿hubieran sido las diferencias tan grandes aunque la victoria de Esperanza Aguirre y Gallardón fuera indiscutible? Si se prescinde de los datos de Madrid la victoria popular se diluye. De ahí que la traslación de los datos de las municipales a las generales sea, en este sentido, muy cuestionable.
La victoria popular también está condicionada por la consecución de poder político a escala autonómica y municipal. Este es el dato en el que los socialistas se han apoyado para cuestionar los resultados populares. Las comunidades de Madrid, Valencia y Murcia han dado al Partido Popular una superioridad de votos incuestionable, con la traslación que ello significa a escala nacional en unas elecciones generales. Ahora bien, esto no puede ocultar que el PSOE también ha experimentado avances significativos en otros puntos (Canarias como caso arquetípico); que el PSOE, según datos de la una de la madrugada tendría unos 800 concejales más que el PP; que el PSOE podría arrebatar al PP hasta doce capitales de provincia; en la traslación hipotética de votos a unas generales el PSOE se mantendría en el gobierno con estos resultados. Cierto es que, en muchos casos, el PSOE podrá imponerse municipalmente merced a los pactos con Izquierda Unida o grupos similares, y que el apoyo de algún grupo pudiera ser necesario si se trasladaran los resultados a las generales. Todo ello indica que la existencia de partidos que representan distintas visiones del mismo espectro ideológico beneficia a la izquierda. Es una realidad que la mayor oferta permite acumular más poder.
Aunque es casi imposible establecer una afirmación categórica parece evidente, repasando los datos de los municipios más importantes, que tanto el PSOE como el PP crecen, también, devorando otras fuerzas políticas regionales o locales. Pese al desencanto y desmovilización de un sector del votante de izquierdas, que ha dado una nueva entrada a representantes de IU, lo cierto es que PP y PSOE han acumulado casi dos puntos más de votos en detrimento de otras fuerzas. La abstención ha reforzado, aún más, el bipartidismo imperfecto, perjudicando, insistamos en ello, a las expectativas populares.
Queda como dato altamente negativo la situación en que queda Navarra. El crecimiento de Nafarroa Bai, la alianza socialismo-nacionalismo, puede ser la carta, el as en la manga que Zapatero necesitaba para continuar negociando con ETA. Igualmente negativo es el hecho de que Batasuna esté presente en las instituciones a través de ANV lo que le va a permitir, además de situarse mejor de cara a la negociación con el gobierno, reconstruir su infraestructura económica y de poder municipal.
La última lectura apresurada de las elecciones es que la campaña electoral para las generales está abierta, pero los resultados no indican que ZP vaya a adelantarlas porque el tiempo parece que juega a su favor.
Francisco Torres García.
Portavoz de Alternativa Española (AES).
Las elecciones municipales y autonómicas no son unas primarias, pese a que ambos partidos, PP y PSOE con sus máximos dirigentes al frente, las hayan afrontado así. Mensaje que ha calado en una parte del electorado. Por otra parte, sería inexacto no admitir que los resultados marcan tendencias muy claras que tienen, en muchos lugares, una correlación casi exacta en las elecciones generales. La lectura apresurada de los datos obliga a detenernos en tres puntos: primero, el incremento de la abstención en toda España; segundo, la continuidad del denominado empate técnico entre el PP y el PSOE manteniéndose la constante desde las elecciones de 1999, aunque en esta ocasión beneficia a los populares; tercero, el progresivo avance del bipartidismo creciendo a costa de las demás formaciones (prácticamente dos puntos). Deben quedar sólo como breves apuntes, porque las incógnitas no se despejarán hasta los próximos días, dos hechos que son importantes: primero, cuál será el destino de ayuntamientos o de alguna comunidad que quedan a la espera de posibles coaliciones (unas catorce capitales de provincia, algunas ciudades importantes y dos comunidades); segundo, la variable que ha supuesto, favoreciendo de forma trascendente los resultados generales del PP, lo que ha sucedido en Madrid (donde, finalmente, no ha habido voto de castigo a Gallardón desde una derecha que prefiere las siglas a las ideas).
El gobierno tardó mucho, en la noche electoral, en dar los datos de participación. Unos datos muy bajos. Sólo un 64% de los ciudadanos acudió a las urnas; lo que resulta muy significativo teniendo presente el referente de las generales. Si miramos hacia las consultas más recientes, referéndum sobre la Constitución Europea, referéndum sobre reformas autonómicas, no debiera sorprender mucho esta caída de la participación. Si se compara con los datos de las últimas municipales el descenso es menos pronunciado, un tres por ciento. ¿Cuál es la lectura de estos datos? Resulta muy difícil calibrar quiénes son los que se abstienen. Según los expertos electorales la abstención suele ser más amplia entre los posibles votantes de la izquierda, de ahí los esfuerzos del PSOE por movilizar a su electorado. Lo que es también evidente es que se va extendiendo la sensación de que existe un importante desencanto entre la ciudadanía, un rechazo, como sucede en muchos puntos de Europa, a la clase política por considerarla distante y alejada de sus problemas. En ello influye también el rechazo que produce el bipartidismo obligado al que muchos electores se ven sometidos, inclinándose, como opción, por la abstención. El ciudadano que acaba viendo la política como un todo cerrado a dos opciones termina cansándose de un bipartidismo tan falso como impuesto. Bipartidismo que, además, perjudica mucho más a la derecha que a la izquierda.
Las elecciones han venido a confirmar, sorprendentemente, la estabilidad de un electorado que se mantienen en el ya famoso empate técnico. Sin tener los datos exactos parece que la diferencia de votos totales a favor del PP podría ser de unos 160.000; una diferencia levemente superior a la que se produjo en el 2003 a favor del PSOE. Esos datos son los que han permitido a Mariano Rajoy anunciar que el PP es el partido más votado de España. Sin embargo, una cosa son los anuncios en el balcón del Génova 13 y otro el análisis realista. La lectura real de estas elecciones es que ZP o el PSOE no las han perdido. La diferencia de votos no permite pensar en que exista un voto de castigo y de desgaste al PSOE, que, además, ha mejorado resultados en muchos puntos de la geografía. Esto quizás sea lo más sorprendente, porque significa que el PSOE no pierde apoyos; que, incluso, una parte del voto de la abstención provenga de socialistas desencantados. ZP, pese a la negociación, pese a la cesión con el terrorismo, pese a la voladura controlada que ha puesto en marcha de la nación, consigue mantener sus resultados. La pregunta que muchos se hacen es: ¿qué hubiera sucedido si en Madrid los candidatos socialistas hubieran tenido más peso? ¿hubieran sido las diferencias tan grandes aunque la victoria de Esperanza Aguirre y Gallardón fuera indiscutible? Si se prescinde de los datos de Madrid la victoria popular se diluye. De ahí que la traslación de los datos de las municipales a las generales sea, en este sentido, muy cuestionable.
La victoria popular también está condicionada por la consecución de poder político a escala autonómica y municipal. Este es el dato en el que los socialistas se han apoyado para cuestionar los resultados populares. Las comunidades de Madrid, Valencia y Murcia han dado al Partido Popular una superioridad de votos incuestionable, con la traslación que ello significa a escala nacional en unas elecciones generales. Ahora bien, esto no puede ocultar que el PSOE también ha experimentado avances significativos en otros puntos (Canarias como caso arquetípico); que el PSOE, según datos de la una de la madrugada tendría unos 800 concejales más que el PP; que el PSOE podría arrebatar al PP hasta doce capitales de provincia; en la traslación hipotética de votos a unas generales el PSOE se mantendría en el gobierno con estos resultados. Cierto es que, en muchos casos, el PSOE podrá imponerse municipalmente merced a los pactos con Izquierda Unida o grupos similares, y que el apoyo de algún grupo pudiera ser necesario si se trasladaran los resultados a las generales. Todo ello indica que la existencia de partidos que representan distintas visiones del mismo espectro ideológico beneficia a la izquierda. Es una realidad que la mayor oferta permite acumular más poder.
Aunque es casi imposible establecer una afirmación categórica parece evidente, repasando los datos de los municipios más importantes, que tanto el PSOE como el PP crecen, también, devorando otras fuerzas políticas regionales o locales. Pese al desencanto y desmovilización de un sector del votante de izquierdas, que ha dado una nueva entrada a representantes de IU, lo cierto es que PP y PSOE han acumulado casi dos puntos más de votos en detrimento de otras fuerzas. La abstención ha reforzado, aún más, el bipartidismo imperfecto, perjudicando, insistamos en ello, a las expectativas populares.
Queda como dato altamente negativo la situación en que queda Navarra. El crecimiento de Nafarroa Bai, la alianza socialismo-nacionalismo, puede ser la carta, el as en la manga que Zapatero necesitaba para continuar negociando con ETA. Igualmente negativo es el hecho de que Batasuna esté presente en las instituciones a través de ANV lo que le va a permitir, además de situarse mejor de cara a la negociación con el gobierno, reconstruir su infraestructura económica y de poder municipal.
La última lectura apresurada de las elecciones es que la campaña electoral para las generales está abierta, pero los resultados no indican que ZP vaya a adelantarlas porque el tiempo parece que juega a su favor.
Francisco Torres García.
Portavoz de Alternativa Española (AES).
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